Últimamente estoy leyendo un montón de posts en redes sociales de dueños absolutamente desesperados con sus perros; gente que muestra sus problemas al mundo en busca del tip mágico que cambiará a su perro de una vez por todas. Los posts son masivos y recurrentes: "mi perro protege recursos con su comida o el sofá de casa", "mi perro es reactivo con otros perros", "con personas", "mi perro tiene ansiedad por separación" , "mi perro tira de la correa y no me escucha", "mi perro ha gruñido o marcado a mis hijos"...
Inmediatamente la red se llena de personas que ofrecen todo tipo de consejos enfocados a restringir las decisiones y movimientos del perro, y aparecen los: "usa una jaula en casa", " usa un bozal", "collar de ahogo, o de pinchos o eléctrico". Casi todos son consejos enfocados a enseñar "modales" al perro. Muchas de estas personas dirán que son entrenadores caninos profesionales, con mucha experiencia en enseñar al perro cuál es su sitio, y dirán que ellos son la última esperanza de perros, que si no fuera por sus consejos, estarían contando sus días.
Ante la perspectiva de que su perro esté en el corredor de la muerte, estos dueños harán cualquier cosa por evitarlo. Normal, claro. Si el perro tiene que estar incómodo, sufrir molestias, o estar constreñido y sometido a un control estricto hasta el punto de no ser para nada dueño de su vida, no parece algo tan malo como condenarlo a muerte. Desgraciadamente la vida de muchos perros que una vez gruñeron, o tiraron de la correa ladrando como locos y se les etiquetó de agresivos, se limita a estar encerrados en una habitación de la casa o en una jaula, a salir 3 veces al día con un collar de pinchos y un bozal al paso del dueño... y vuelta a la jaula: cadena perpetua.
Pero, y si los problemas de los perros modernos estuvieran derivados en primer lugar de las exigencias humanas y de los estrictos estándares de comportamiento que exigimos a los perros, condenándolos a una vida "antinatural" que en nada tiene que ver con la propia de su especie? Nuestra expectativa es que se comporten como robots (o como humanos!), que caminen pegados a nosotros, que vayan a tiendas y a las terrazas de los bares con nosotros, que no se quejen en el veterinario, que puedan ser molestados por cualquiera en cualquier momento y que nunca muestren su descontento. Pero no hace muchas generaciones había más sentido común en este aspect, y los padres nos decían: "no molestes al perro que está comiendo", o "durmiendo". Era lógico y normal dejar al perro que corriera en el monte y se encontrara con otros perros. Todo parecía más fácil.
Y la verdad es que yo he visto esto con mis propios ojos en el pueblo de donde era mi abuelo. Es un pueblo pequeño, tan pequeño que tenía un solo bar y una sola tienda, en un entorno privilegiado y natural. Yo iba casi todos los veranos a desconectar del estrés urbano y conectar con la vida natural. No había muchos habitantes, pero sí había perros. Y los perros de ese pueblo eran esos perros que recuerdas como amistosos y relajados. Siempre los recuerdo vagabundeando por la calle, sin collares ni correas, pero no eran callejeros, vivían con alguien. Cuando sus propietarios salían a llevar el ganado o a la calle ellos iban siempre acompañando sin necesidad de ninguna orden. Si acaso se acercaban a merodear cerca del bar y la tienda por si encontraban algún tesoro en forma de patata frita o calamar en el suelo. Se encontraban unos con otros y se olisqueaban e incluso corrían un ratillo juntos, perseguían cualquier cosa, ratón o gato y se echaban la siesta en cualquier sitio, no tenían miedo de la gente extraña que pasaba por allí solo en verano. Eran perros calmados que se sentaban cerca de la gente, veían pasar la vida tranquilamente y, eso sí, luego comían y dormían en su casa.
Estos perros no tenían ninguno problemas de ansiedad por separación, reactividades, protección de recursos, estrés....en fin, sus problemas quizá estaban más derivados de la falta de atención veterinaria en el pueblo. Pues bien, sus dueños no eran adiestradores caninos ni etólogos (y mucho menos "encantadores de perros"), aunque estoy segura de que los perros entendían y respetaban las reglas básicas de su casa.
En las ciudades lo tenemos más complicado, pero siempre hay formas y formas de hacer las cosas, y siempre se puede elegir una manera menos restrictiva y más en sintonía con la naturaleza del animal. Simplemente con que "escucháramos" lo que nos comunican nuestros perros y les tuviéramos en cuenta, y valoráramos ya les quitaríamos un gran peso de encima. Porque, de hecho, también en las ciudades podemos ver algunas personas que pasean relajadamente, sin exigencias, que se detienen a esperar a su perro, que se comunican con miradas y no tirones de correas, que valoran la opinon de su compañero y están a la altura cuando tienen que ayudarles. Esto genera la calma necesaria para ayudar a nuestro perro en un entorno tan complicado. En fin, no se trata solo de ofrecer a nuestro perro una vida, sino una vida que merezca la pena.
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